miércoles, 5 de febrero de 2014

Los días más aciagos de Stalin (III)

El siguiente texto proviene de la obra de Sebastian Montefiore sobre Stalin. El autor no se centra en la famosa reunión en la dacha de Stalin sino que comenta la situación entre el 29 y 30 de junio de 1941.

Mikoyan no estaba impresionado con la actuación de Stalin (en la reunión con Zhukov – nota mía). En el camino a casa, lo discutió con Molotov, que no le caía bien pero le hacía confianza: ellos conocían a Stalin como ninguno. “Estábamos afectados por el comentario de Stalin. ¿Y ahora qué? ¿Está todo irremediablemente perdido? Pensamos que lo dijo para causar efecto”. Tenían razón en que Stalin estaba en parte actuando, pero en palabras de Molotov “él también era humano”. La caída de Minsk sobresaltó a Stalin, que perdió las maneras delante de sus camaradas y generales. Esta era la crisis más grave de su carrera.

El siguiente día descubrieron que no había sido solamente para causar efecto. Al mediodía, cuando Stalin solía llegar al Kremlin, no lo había hecho. Tampoco apareció más tarde en ese día. El vacío de poder era palpable: el titán que en jornadas de 14 horas decidía todo al último detalle dejo un agujero enorme. Cuando el teléfono sonaba, Poskrebyshev respondía:

“El camarada Stalin no está aquí y no sé cuándo estará”. Cuando Mekhlis intentó telefonear a Stalin en Kuntsevo, no hubo respuesta. “No lo entiendo”, suspiró Poskrebyshev. Al final del día, el jefe del gabinete de Stalin estaba diciendo: “El camarada Stalin no está aquí y es poco probable que esté aquí”.

“¿Se ha ido al frente? Preguntó el joven Chadaev.

¿Por qué sigues molestándome? Ya te he dicho que no está aquí y que no estará aquí.

Stalin “se había encerrado en sí mismo aislándose de todo el mundo, no recibía a nadie y no respondía el teléfono”. Molotov le dijo a Mikoyan y los otros que “Stalin estaba en tal estado de prostación en los dos últimos días que no le interesaba nada, no mostraba iniciativa y tenía mal aspecto”. Stalin no podía dormir. No se molestó en cambiarse y simplemente vagaba por la dacha. En un momento, abrió la puerta de la caseta de los guardias donde el diputado de Vlasik, Mayor-General Rumiantsev, se puso en atención, pero Stalin no dijo palabra y simplemente volvió a su habitación. Más tarde le comentó a Poskrebyshev que tenía sensación de ajenjo (wormwood) en la boca. En cualquier caso, Stalin conocía la historia. Sabía que Iván el Terrible, su “profesor”, también se había retirado del poder para comprobar la lealtad de sus boyars.
Los boyars soviéticos se alarmaron, pero los más veteranos sintieron el peligro. Molotov tuvo cuidado y no firmó ningún documento. Mientras los alemanes avanzaban, el gobierno estuvo paralizado durante dos largos días.

“No tienes idea de cómo están las cosas aquí”, le dijo Molotov a Khruschev.

En la noche del 30, Chadaev volvió a la oficina (del Kremlin - nota mía) para obtener la firma de Stalin como premier, pero Stalin no estaba. “Tampoco estuvo ayer”.

“No, tampoco estuvo ayer” replicó Poskrebyshev sin nada de sarcasmo. Pero se debía hacer algo. El nuevo chico, Voznesensky, apareció en la mesa de Poskrebyshev como los demás. Cuando Chadaev le pidió que firmase los documentos, se negó y llamó al mismo Stalin, pero “no hubo respuesta de la dacha”. Entonces llamó al piso de arriba, donde Molotov, que le dijo para reunirse luego pero no le dio detalles de que ya estaba con Beria, Malenkov y Voroshilov, discutiendo lo que había que hacer. Ahora el dinámico Beria preparó un super-gabinete para la guerra (GKO – nota mía), un Politburo ultra con un número de miembros mínimo y amplios poderes, dirigido por Stalin –si aceptaba- y con Molotov, Voroshilov, Malenkov y él mismo: tres viejos bolcheviques y dos cometas ascendientes. La exclusión de muchos de los magnates era un triunfo para Beria y Malenkov, que ni siquiera eran miembros del Politburó.

Una vez que se arregló esto, Molotov telefoneó a Mikoyan, que estaba hablando con Voznesensky, y el Politburo se reunió. Los magnates nunca habían sido tan poderosos … (el texto no es claro) estas maniobras se parecían mucho a las intrigas ocurridas después del ataque (“stroke” - nota mía) de Stalin, doce años después, a fin de cuentas esta era la única oportunidad de derrotar a Stalin desde la revelación del testamento de Lenin veinte años antes. Molotov les informó de la depresión (breakdown) de Stalin, pero Mikoyan replicó que incluso si el Vozhd estaba incapacitado, “el nombre de Stalin sería una gran fuerza a para aumentar la moral de la gente”. Pero el engreído Voznesensky hizo lo que luego se convertiría en un error fatal. ¡Vyacheslav! se dirigió a Molotov. “¡Tú ve delante y nosotros te seguiremos!”. Molotov ha debido palidecer con esta sugestión mortal, y se dirigió a Beria, que propuso el GKO.

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